Fuga de talentos: así hemos perdido 154.800 millones de euros en capital humano español

Retrato de la diáspora de los más capaces para evitar la precariedad laboral. Con los datos más recientes, esta es la valoración del efecto de nuestra emigración: 531.889 españoles se fueron. El último año ha terminado con 40.000 navarros residentes en el extranjero.

ANGÉLICA REINOSA. EL MUNDO DIGITAL. 06.01.2024

Alejandra Alonso comenzó el año cumpliendo metas. Tras un 2023 trabajando como camarera en Países Bajos, el 2 de enero fue su primer día como técnico de laboratorio en una empresa en Amsterdam. Ella misma se aplaude su esfuerzo: “Es lo que me merecía después de haberme formado durante tantos años para tener una calidad de vida normal. Ni más, ni menos”. Encontró fuera las oportunidades que no halló en España.

La mujer con la que arranca este reportaje tiene 26 años, es asturiana, tiene un grado en Biología, un máster en Biomedicina y Oncología Molecular y el doctorado está en su lista de pendientes. Ella tiene varias cosas en común con Laura Valenzuela, Cristina Abascal, Paula de Navascués y Ana (cuyo apellido omitiremos siguiendo su petición). Las cinco son jóvenes, talentosas, investigadoras y españolas. Otra coincidencia: las cinco visitaron el país donde comenzaron sus sueños científicos para pasar las Navidades con sus familias, pero ya han regresado al lugar en el que cada una puede crecer —de verdad— profesionalmente: Países Bajos, Irlanda, Francia y Suiza.

Ellas son ejemplos de fugas de talento, de esas emigraciones que generan una merma económica en España. Según los últimos datos conocidos del INE —de 2022—, 531.889 personas abandonaron el país. Más de medio millón de españoles, de los cuales 244.031 eran mujeres (los hombres sumaban 287.858). Un estudio realizado por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) analiza, partiendo de esos datos, las repercusiones que esas emigraciones tienen en el valor del capital humano. Teniendo en cuenta que casi la mitad de los emigrantes de 25 o más años tiene un alto nivel de formación, con estudios superiores (30,1%) o estudios secundarios postobligatorios (18,8%), se calcula que la pérdida de 2022 fue de 154.800 millones de euros, un 40% más que antes de la pandemia.

Cuando las cosas van mal en España es bastante normal que venga menos gente y que se vaya más. Sin embargo, lo curioso de los últimos años es que, a pesar de que en principio la economía se está recuperando, se está generando empleo y están cayendo las tasas de paro, los volúmenes de emigración son similares a los de los peores momentos de la crisis de la burbuja inmobiliaria y la gran recesión”, señala Lorenzo Serrano, profesor investigador en el IVIE y autor del estudio.

EL CAMINO AL SUEÑO DE LA INVESTIGACIÓN

La investigadora asturiana se mudó a Países Bajos en julio de 2022. Comenzó Alejandra con seis meses de prácticas no curriculares. Luego, mientras buscaba trabajo como bióloga y acudía a entrevistas, se desempeñó como camarera. “Quería buscarme sitio porque me parece que no se invierte suficiente dinero en la investigación en España”, justifica. “Sabía que me iba a tocar pelearme mucho y que igual tendría unas condiciones bastante precarias”. Así que hizo sus maletas.

Para volver tendría que encontrar un trabajo que no sea muy precario del todo, que se pueda vivir y ahorrar un poco

Laura Valenzuela, investigadora española en Francia.

Como técnico de laboratorio, Alejandra trabaja en temas de secuenciación de sangre con ADN y ARN. “Intentamos que los experimentos en hospitales, doctorados y otras empresas biotecnológicas reciban las muestras más rápido para que continúen sus experimentos”. No sabe cómo sería su puesto si lo desempeñara en España, pero sí piensa que quizás se limitaría a “preparar el laboratorio, las soluciones y los búferes”, mientras que en Amsterdam tiene más responsabilidad porque trabaja directamente con las muestras de otros laboratorios. Es un empleo a tiempo completo y, según estima la propia investigadora, le pagarán “entre 2.300 y 2.500€ netos al mes”.

Laura es una granadina que a sus 32 años cuenta con un grado en Ingeniería Química, un máster en Biotecnología y un doctorado en Hidrología y Gestión de los Recursos Hídricos. Está en Estrasburgo (Francia). Todos sus estudios los cursó en España. Antes de irse, mientras hacía el doctorado, trabajó en un

Al finalizar el doctorado, la esperaban en Francia, a donde emigró en octubre de 2022. “Tuve la opción de quedarme en España. Pero cuando terminas la tesis doctoral te encuentras con que necesitas uno o varios contratos postdoctorales, hay un vacío, tienes diversas opciones, pero es muy difícil que alguna de ellas sea estable”, cuenta Laura. Tuvo que elegir entre un contrato temporal en España y un contrato temporal en Francia. Se decantó por lo segundo.

La ingeniera granadina trabaja en un proyecto que consiste en tratamientos de aguas. Se trata de investigar cuáles son los contaminantes presentes en ellas —como antibióticos, pesticidas y nanoplásticos— para dar con la mejor forma de eliminarlos en cualquier depuradora. “La investigación que estoy haciendo se parece a la que hice en España. Considero que no hago algo de mayor nivel ahora, aunque es verdad que a lo mejor en España no tendría tantos recursos para hacer experimentos concretos”. La diferencia se halla en el salario, que aquí “estaba en torno a los 1.600 euros netos” y en Francia recibe “2.500 euros”. A su vez, el coste de la vida francesa no dista mucho de la española.

“EXILIO INVESTIGADOR”

En la Federación de Jóvenes Investigadores (FJI) prefieren el término “exilio investigador” antes que “fuga de cerebros” o “fuga de talento”. Consideran que los motivos por los que deciden ejercer fuera de España están en que “no se retiene al capital humano investigador en nuestro país”. Al mismo tiempo, los que se quedan para investigar lo hacen en “condiciones precarias durante largos periodos temporales, casi 20 años”. Denuncian también que “no se atrae a investigadores de otros países” por esos mismos factores y, por tanto, “no es un sistema tan abierto” como les gustaría.

Lorenzo Serrano constata que “la investigación es un sector en el que las oportunidades fuera son bastante más atractivas de lo que es habitual en España”. Así que son muchos los que optan por irse, no sólo por el sueldo, sino por contar también con “mayor capacidad de promoción y estabilidad” porque la carrera de investigador “a lo mejor a largo plazo puede compensar, pero al principio hay muchas situaciones inestables que, si te vas fuera, rápidamente empiezas a tener condiciones más satisfactorias”.

A mí no me sirve estar en España si no me siento valorada

Alejandra Alonso, bióloga asentada en Países Bajos.

Cristina, sevillana de 26 años, tiene un grado y un máster en Biotecnología y está cursando el doctorado en Hidrología y Gestión de los Recursos Hídricos en Dublín (Irlanda). Su objetivo cuando terminó el grado era trabajar en la industria biotecnológica, en el área de biofarma. Pero “en España, desgraciadamente, la industria farmacéutica y biofarmacéutica no es muy potente”.

SOLICITADOS POR LAS POTENCIAS EUROPEAS

La biotecnóloga vio en un doctorado la forma ideal de acceder a la investigación y a la biofarmacia. “Irlanda es una de las potencias europeas en este sector porque es donde se encuentra la mayoría de las plantas de producción”. Aparte, “en Irlanda fue muchísimo más fácil conseguir una beca. Se me planteó la oportunidad mientras hacía el máster y no me lo pensé”. Hizo sus maletas en septiembre de 2021.

“Cuando empecé el grado fui un poco ilusa, en el sentido de que siempre se habla de que la biotecnología y la bioquímica tienen mucha salida… Y me di cuenta de que sí tiene muchas salidas, pero no están en España. El gran choque fue salir del grado y decir ‘es que no tengo opciones laborales'”. En Irlanda se topó con mejores ingresos. “Son bastante más justos. Un ingeniero junior puede empezar cobrando unos 3.000 euros brutos. Es verdad que los precios son muy altos, pero los salarios también”.

¿Qué investiga Cristina? Trabaja en glicoingeniería de cuerpos monoclonales. Explica lo que hace a Crónica: “Cuando produces un fármaco normal, un paracetamol, un ibuprofeno, su proceso de producción es químico… Cuando produces un fármaco de naturaleza viva, un biofármaco, como un anticuerpo o una terapia génica, realmente lo que produces es una célula o una proteína. Ese proceso es bastante más complejo que el de un fármaco tradicional. Por eso son más caros y, además, no se venden en la farmacia, sino que se administran directamente a los pacientes en los hospitales”.

Los “anticuerpos monoclonales” con los que trabaja Cristina son células CHO —de ovario de hámster chino—, que producen anticuerpos. Esos anticuerpos necesitan “una última puesta a punto” con la glicosilación, que es añadir azúcares. “Lo que hacemos es estudiar ese proceso de cómo los azúcares se añaden a esa proteína, que es un producto que llegará a un paciente, e intentamos mejorarlo para que sea seguro, eficaz y con las mejores propiedades posibles”.

Paula, otra sevillana, tiene 29 años, un doble grado en Física e Ingeniería de Materiales, un máster en Plasma, láser y tecnologías de superficie y un doctorado en la misma área. Está trabajando en St. Gallen (Suiza) por “motivos 100% profesionales”. Asegura que la suya no fue una emigración por necesidad económica, “aunque sí es cierto que mi sueldo es varias veces mayor al que podría aspirar a tener en España”. Pero, sobre todo, lo hizo “porque quería y tenía la motivación de aprender en un sitio diferente”.

ALTERNATIVA A LOS ANTIBIÓTICOS

Desde marzo de 2022 Paula trabaja para un instituto de investigación que pertenece al gobierno federal, que “sería como el CSIC, pero de Suiza”. Investiga sobre ciencia de materiales, específicamente en nanotecnología. “Utilizo la tecnología de plasma para fabricar los materiales y sus aplicaciones. Ahora me estoy especializando en aplicaciones biológicas, biomédicas. Por ejemplo, en materiales antimicrobianos o antibactericidas para que las bacterias o microbios no crezcan“. Es, nada más y nada menos, que “una alternativa a los antibióticos” y al problema mundial que genera su resistencia. “La idea es diseñar materiales que puedan matar bacterias o impedir que crezcan, pero usando algo que no sea un antibiótico”.

El sueldo de Paula es, como mínimo, “tres veces más” que el que tendría en España en una institución pública. Pero aclara que “también la vida es más cara”. Asimismo, reconoce, que “a nivel de recursos a la hora de investigar hay más facilidades en Suiza. Sobre todo, porque hay más dinero y eso facilita mucho las cosas”. Eso sí: el nivel formativo español es ampliamente reconocido. Como comenta Paula, “a los españoles se los rifan en los centros de investigaciones de Europa porque estamos acostumbrados a investigar con condiciones muy precarias y nos quieren contratar porque saben que somos productivos”.

LA EMIGRACIÓN NO SE DETIENE: “MUCHA INCERTIDUMBRE”

Esa rifa parece que continuará en los próximos años. Por ahora sólo se conocen los datos de 2022, pero se espera que en 2023 la orientación migratoria haya sido similar y que se mantenga a corto plazo. Así lo predice Lorenzo Serrano: “La tendencia de los próximos años sería también de cifras importantes… Hay mucha incertidumbre porque el INE ha cambiado la forma en la que elabora sus estadísticas de población en base a nivel educativo. Pero la previsión en los próximos años es de índices importantes de emigración e inmigración, condicionado por la evolución económica”.

El investigador vislumbra un futuro complicado si no se retrasa la jubilación, si no aumenta más la productividad y si no se reduce más la tasa del paro. “Cada vez tenemos gente a la que le queda menos tiempo para producir y esto va a ser un problema de los niveles del capital humano per cápita en España… Si aplicamos la estructura de edades prevista por el INE para el 2050, por ejemplo, digamos que el capital humano per cápita sería aproximadamente un 20% más bajo“, expone.

La quinta investigadora es Ana, de Albacete. Tiene 32 años y vive en Leiden (Países Bajos) desde octubre de 2023. Viajó para hacer un doctorado en Ciencias Sociales. Su formación incluye una licenciatura en Traducción e Interpretación y un máster de Enseñanza del Español como Lengua Extranjera.

Ella ya está acostumbrada a vivir fuera de su país. “Nada me ata completamente a España, así que también es más fácil para mí el moverme”, expresa. En Francia trabajó un año como auxiliar de conversación; en India, otro año como profesora de español; en China, también estuvo como profesora de idiomas durante tres cursos académicos. Además, vivió una temporada en Austria y Finlandia formándose con un máster en Investigación y Educación Superior.

A mí me gustaría hacer ciencia en un centro del Estado español y producir tecnología que pueda patentar el CSIC

Paula de Navascués, física e ingeniera en Suiza.

La investigadora albaceteña aún está definiendo el tema de su tesis, pero estará enfocado en “cómo se pueden implementar políticas de ciencia abierta“, es decir, que se promueva una forma de investigar “en la que todos los datos y resultados se puedan compartir libremente y sin barreras de pago… Así facilitamos que esos conocimientos tengan un impacto en la sociedad y no sea solamente para comercializar e intentar monetizar la investigación”.

En Países Bajos, Ana cuenta que cobra “un poco más de 2.700 euros brutos”. En Madrid por su trabajo como doctoranda serían “alrededor de 1.200 euros netos”, algo que considera insuficiente: “Eso a una persona, aunque esté sola, le llega para vivir, pero no para ahorrar ni hacer gran cosa”.

La fuga de talento no es un problema nuevo en España. En 2020, en este suplemento, el periodista Paco Rego entrevistó a Ciro Cabal, un biólogo que se fue a la Universidad de Princeton en Nueva Jersey (Estados Unidos) luego de que le denegaran 10 becas en España. Mientras buscaba una oportunidad para poner en práctica sus conocimientos y alimentar su formación, trabajó de camarero. Tras cinco años intentándolo con ahínco, se marchó.

Su caso llegó a los medios de comunicación con él mismo denunciando la odisea que atravesaba. Finalmente, en Estados Unidos encontró el reconocimiento y las oportunidades que escaseaban para él en su país. Ahora, del rotundo éxito de un investigador español gozan en el exterior. Las investigaciones de Ciro llegaron, incluso, a la portada de la prestigiosa revista Science, por poner un ejemplo. Es el pionero de esta nueva ola de genios españoles que migran.

EL PLAN DEL GOBIERNO PARA CONTRARRESTARLO

En junio de 2022, mismo año de gran cantidad de talentos fugados, el Gobierno aprobó el Plan de atracción y retención de talento científico e innovador a España. Con un presupuesto de 3.000 millones de euros, fue impulsado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, con el objetivo de que “vuelvan los que se fueron, que no se vayan los que están y atraer a los mejores”. Desde la FJI en 2023 firmaron un “pacto por la ciencia” para exigir, entre otros aspectos, derechos mínimos en cuanto a retribuciones y progresión en la carrera científica, inversión del 3% del PIB en I+D+I y simplificación burocrática.

¿HAY REALMENTE MOTIVOS PARA VOLVER?

De momento, ni Alejandra, ni Cristina, ni Laura, ni Ana planean regresar. No descartan hacerlo en un futuro, pero en el presente su calidad de vida y su desarrollo profesional están fuera de nuestras fronteras. A Paula, por el contrario, sí le gustaría volver en cuanto acabe su doctorado. “Soy una sevillana de pro”, dice con orgullo, “en Sevilla nazco y en Sevilla me muero”. Aunque está muy feliz fuera, quiere contribuir al crecimiento de España: “Mi trabajo lo veo como un servicio público y yo quiero producir para mi país. A mí me gustaría hacer ciencia en un centro del Estado español y producir tecnología que pueda patentar el CSIC”. De hecho, ya se está preparando también para opositar.

El autor del estudio del IVIE y la Fundación BBVA señala que “en la medida que parte de esas personas que emigraron volviesen, si vuelve a entrar ese talento que se ha ido, esto sería un hecho temporal que, en cierta medida, podría revertirse”. Pero mucho tendrían que cambiar las cosas para que eso ocurra.

Aunque Paula tiene la certeza de que volverá, es consciente de que España necesita valorar más la investigación. Compara la situación de nuestro país con la de Suiza, donde “existe un tejido productivo que va a absorber lo que nosotros hacemos… Hay un interés verdadero en desarrollar una tecnología que se haga realidad”, mientras que España es más “un país de sol y playa”. Cristina no pierde la esperanza de que “en algún momento alguien decida invertir en algo que no sea el sector turístico y hostelero”.

Para volver, Laura tendría que encontrar un trabajo “que no sea muy precario del todo, que se pueda vivir y ahorrar un poco también”. También pide estabilidad. “A lo mejor ahora estoy bien con proyectos temporales de uno o dos años, pero seguramente más adelante querré tener algo más estable”.

Alejandra Alonso piensa que aquí la investigación está “un poco dejada de lado”. También cree que es muy “precaria” y “sacrificada”. Le sobra vocación, sabe que su profesión requiere de muchas horas y esfuerzo, pero “lo último que quieres es un contrato precario de 1.000 euros que no dan ya para nada, y a veces ni eso”. “A mí no me sirve estar en España si no me siento valorada”, zanja.

Fuente: EL MUNDO EDICIÓN DIGITAL 07.01.2024

 

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