Lucía Moreno, psiquiatra del HUN: ” Muchos jóvenes son empujados al suicidio por el acoso escolar, las redes sociales, …”

La Consultora Proyecto 21 promueve en Navarra el Programa BURUGAZTE, un innovador servicio preventivo y de proximidad sobre bienestar emocional y salud mental dirigido a jóvenes.

Publicado el 04/06/2023. SONSOLES ECHAVARREN (Diario de Navarra)

Recorrer los pasillos del edificio de hospitalización psiquiátrica del Hospital Universitario de Navarra es como retroceder en el tiempo. Como dar un salto noventa años atrás. En los corredores de este edificio de una planta pasean ahora pacientes con alguna enfermedad mental grave. Niños y adultos. Hombres y mujeres. Adolescentes con trastorno de la conducta alimentaria o que han flirteado con el suicidio tras enamorarse de las autolesiones. Varones de mediana edad adictos al alcohol u otras drogas que les han llevado a tener alucinaciones. Mujeres octogenarias con una depresión profunda y una enfermedad física crónica que sienten una gran desazón, rechazan permanecer en el mundo e intentan quitarse la vida precipitándose a un patio de manzana. Pero esos pasillos albergaron hace casi un siglo a parturientas y a madres recién paridas con sus bebés en brazos. En la que fuera la maternidad pública de Navarra, que se comenzó a construir en plena Guerra Civil y cuyos últimos ladrillos se colocaron dos años después, en 1938. Un edificio que siempre ha albergado vida. Antes y ahora. Allí trabaja a diario la psiquiatra Lucía Moreno Izco (Pamplona, 1980), jefa de sección de Programas Especiales del Servicio del Psiquiatría de este centro hospitalario. Apasionada por los misterios del cerebro desde niña, acaba de recibir la segunda edición del Premio Federico Soto para prevenir el suicidio. Un galardón impulsado por la familia del que fuera director del Manicomio de Pamplona entre 1934 y 1976 y uno de los pioneros de la psiquiatría navarra y española durante el siglo XX. Casada con Alberto Martínez (jefe de compras de la empresa Ultracongelados Virto) y madre de dos hijos (Isabel y Alberto, de 9 y 7 años), Moreno cuenta en las líneas que siguen la preocupante situación de la salud mental y el tema de su investigación (cómo prevenir el suicidio en personas ingresadas con enfermedad mental grave). El área de hospitalización alberga ahora a 26 pacientes, siete de ellos menores de entre 11 y 17 años.

¿Por qué ingresan los pacientes?

Actualmente, existe mucho consumo de sustancias. Sobre todo, cannabis y estimulantes (cocaína, anfetaminas…) Hay también gente que ingresa para desintoxicarse del consumo de alcohol (aunque luego vayan a otras instituciones), con trastorno de personalidad que ingresa por intentos de suicidio, personas con trastorno bipolar descompensado (en fase depresiva o de manía). Pero sobre todo, niños. ¡Algo que me tiene loca! Tenemos cuatro camas pero se quedan insuficientes. Ahora hay ocho ingresados y tú me dirás qué hago. ¡Hay más niños que profesionales! En estos casos, ingresan sobre todo por trastornos de la conducta alimentaria, de las emociones, por impulsividad, riesgo de suicidio y muchos intentos autolíticos.

Una situación más compleja que antes de la pandemia, pero ¿la enfermedad mental ha cambiado tanto en las últimas décadas o hay situaciones que se mantienen?

Es cierto que las redes sociales y la soledad de muchos adolescentes y personas mayores han motivado más intentos de suicidio. Pero lo que está claro es que el ‘grueso’ de la enfermedad mental grave (la esquizofrenia, el trastorno bipolar, las psicosis…) se mantienen en cifras estables. Es verdad que cada vez hay más menores que hacen gestos y gestos y gestos autolíticos. Y, al final, se les termina yendo de las manos.

¿Las autolesiones son el principal método para terminar con la propia vida o predominan otras formas de hacerlo?

Las autolesiones, como digo, van a más. Pero también hay personas que lo intentan con la sobreingesta de medicación o precipitándose al vacío. Existe diferencia entre unos y otros casos. La letalidad del método utilizado es un factor para valorar la gravedad del intento. También hay que valorar si han dejado o no una nota de despedida o si han ido a un lugar en el que no les pudiera encontrar nadie…

¿Cuál es la situación en Navarra? ¿Vamos a peor?

Como en toda España. Ya se han superado los 4.000 casos de muertes por suicidio al año en 2021, que son las últimas cifras que se manejan. En Navarra, en ese año fueron 58 los fallecidos por suicidio (38 hombres y 20 mujeres). La mitad de ellos, con un diagnósticos clínico de salud mental. La otra mitad, sin diagnosticar aunque eso no significa que no tuvieran algún trastorno. Predominan los problemas afectivos (depresión, trastorno bipolar, consumo de sustancias y esquizofrenia).

CASOS SIN PREVIO AVISO

Es cierto que en muchos casos los suicidios son una crónica de una muerte anunciada. Pero no siempre. Hay personas que se quitan la vida y cuyo entorno no sospechaba nada porque no daban señales…

Sí, son los casos que dejan a todo el mundo más tocado. Y existen bastantes de estas situaciones repentinas. Pudieron manifestarse algunas señales pero no se les dio importancia o pasaron desapercibidas. Es lo que tortura a la familia y a la gente que les rodea. No haberse percatado de nada.

¿Qué síntomas habría que tener en cuenta para estar alerta?

Ser consciente de que una persona deja de dormir, no come, está más triste, se queda en casa, deja de practicar actividades que antes hacía… Todo eso conjunto pueden ser señales de que algo está pasando.

Pero al margen de esos signos de alerta más superficiales, ¿cuáles son las causas profundas que pueden llevar a una persona a quitarse voluntariamente la vida?

Los factores relacionados con el suicidio consumado son tener una enfermedad mental, haber practicado intentos previos, consumir sustancias, los acontecimientos vitales estresantes (un fallecimiento, una ruptura traumática…), enfermedades crónicas que llevan a la desesperanza, la edad (hay más casos entre los jóvenes y las personas mayores), el sexo (predominan más entre los varones, 75 hombres frente a 25 mujeres) y los factores genéticos.

¿A qué se refiere?

A que en una familia pueden darse varios casos, que pasen de padres de hijos. En Navarra, por ejemplo, en el Baztán hay un fenotipo que lleva a que se desencadenen muchos casos. Influye la endogamia (matrimonios entre familiares), el clima y la vida solitaria en los caseríos. Hay mucho trastorno depresivo y bipolar en esa zona.

¿Por qué son más los hombres que las mujeres que mueren por suicidio?

Las mujeres lo intentan más pero de manera menos letal. Los hombres, digamos que son más brutos y si lo intentan lo logran más fácilmente.

¿Y por qué hay más jóvenes y mayores que personas de mediana edad?

Muchos jóvenes son empujados por el acoso escolar, las redes sociales… En las redes no hay filtro y allí nos atrevemos a decir lo que nunca seríamos capaces de exponer a la cara de otra persona. Entre las personas mayores, son las enfermedades crónicas y la soledad las que les hacen no querer seguir adelante con su vida.

INFORMAR Y PREVENIR

La muerte por suicidio aún continúa siendo un tabú para la sociedad. Hasta no hace muchos años a los periodistas nos insistían en que no debíamos informar sobre él porque podía haber un efecto contagio. Ahora parece que se afirma lo contrario…

Es que hay que hablar, informar, poner esta realidad encima de la mesa… para prevenir. ¿Que puede haber un efecto contagio? Sí pero hay que insistir en las campañas preventivas. Si somos conscientes de que el riesgo existe, estaremos más alertas. Hay que informar pero bien, con una información bien dada. Sin caer en el morbo y sin ir a los detalles morbosos. Nosotros repartimos muchos folletos informativos (sobre signos de alerta, qué hacer con las autolesiones…) entre los familiares.

A pesar de todo, sigue existiendo un estigma y, por supuesto, un sentimiento de culpa entre el entorno del fallecido. ¿Qué habría que hacer para evitarlo?

La culpa, para las personas que lo han intentado y no lo han logrado y la familia de los fallecidos, siempre pesa. Forma parte del duelo. La culpa siempre aparece, sobre todo cuando te acusas de no haberte dado cuenta de los signos de alarma. Pero si ese duelo es algo desadaptado, sin duda hay que pedir ayuda. Porque el entorno siempre tiende a culparse.

Gracias a la ayuda económica (3.000 euros) del premio Federico Soto va a poder investigar el suicidio entre personas con enfermedad mental grave. ¿Conocía la figura de esta psiquiatra?

No mucho pero cuando me concedieron el premio, leí la biografía escrita por la periodista Marialuz Vicondoa, ‘Una vida dedicada al enfermo. Federico Soto Yarritu. Psiquiatra’ (Ediciones Eunsa). Me ha encantado. La biografía de este psiquiatra es apasionante. No solo en lo profesional porque fue un pionero sino también en lo personal. ¡Fue una persona interesantísima! Además, si eres de Pamplona, conoces a muchas personas y realidades que se cuentan en el libro, que es fantástico. Así que me lo compre, lo leí y me encantó. Yo leo mucho pero sobre todo novelas.

¿Satisfecha con el premio?

Mucho. Es un reconocimiento y un estímulo al trabajo que venimos desarrollando en la unidad desde 1997 y por el que ya habíamos recibido también alguna beca del Gobierno de Navarra. Se ve que es un tema que interesa mucho. Federico Soto ya estaba preocupado por el suicidio hace casi un siglo. Es una situación que no cambia, que es constante a todas las épocas. (En los corredores que Lucía Moreno recorre a diario, los mismos pasillos de la antigua Maternidad que se levantó cuando Federico Soto estaba al frente del manicomio).

“ELEGÍ SER PSIQUIATRA POR EL DIÁLOGO CON EL PACIENTE”

Lucía Moreno Izco era una niña que pasaba las vacaciones de verano en Oviedo con sus padres. Mientras sus hermanos Isabel y Fermín, diez y ocho años mayores que ella, respectivamente, preparaban el examen del MIR (Médico Interno Residente) en la famosa academia de la capital asturiana en la que, según parece, se obtienen los mejores resultados del país. “Yo no quería ser médico como mis hermanos (una internista y un neurólogo, en Pamplona y San Sebastián) porque ya tenía ‘paquete’ a esa carrera (se ríe) y me negaba a hacer lo mismo que ellos”. Sin embargo, su pasión y atracción por el estudio del cerebro, que inicialmente la condujo a la Psicología, hizo que finalmente se decantara por Medicina. “Mi abuelo murió en marzo del año que yo estaba terminando COU. Y lo hizo sin saber que estudiaría Medicina”, recuerda. Tomada la decisión les aseguró tajante a sus padres: “De acuerdo. Haré Medicina. Pero que sepáis que voy a ser psiquiatra”.

¿Les sorprendió?

Les pareció raro porque mis hermanos se dedicaban ya a dos especialidades muy físicas. En un primer momento, dudé con la neurología; pero, luego, ya lo tuve muy claro. ¿Que por qué? No lo sé. Siempre he sido muy extrovertida y me ha gustado hablar con la gente. Y la psiquiatría es una especialidad que se basa en el diálogo con el paciente. No hay pruebas diagnósticas. ¡Imagínate lo que me gustaban asignaturas como la cirugía! Pero bueno, llegué a lo que aspiraba (risas).

Tras estos años de ejercicio profesional, ¿sigue satisfecha con su decisión?

Mucho. Hice la residencia aquí en el hospital y roté por todo (infantil, ancianos en la clínica Josefina Arregui de Alsasua…) Terminé el MIR en mayo de 2009 y ese mismo año me presenté a la oposición en octubre, la aprobé y conseguí plaza. Entonces no era tan fácil como ahora. Desde entonces, me dedico a la clínica y en mis ratos libres, a la investigación.

Un trabajo reconocido por el premio Federico Soto, que lleva el nombre del que fuera director del Manicomio de Pamplona, un legado de su trabajo…

Estoy muy agradecida a la familia Soto y a los profesionales que han seleccionado mi investigación. La preocupación de este psiquiatra, pionero en Navarra, fue prevenir el suicidio. Era un problema grave entonces y lo sigue siendo ahora.

¿Cuál es exactamente el tema de su investigación? ¿Qué se persigue?

Entre 1997 y 2009, antes de que yo llegara aquí, mis jefes investigaron qué ocurría con los pacientes que ingresaban aquí con un primer episodio psicótico. Era gente de toda Navarra, desde los 18 años a cualquier edad, con delirios, alucinaciones, que habían perdido el contacto con la realidad… Se encuestó a 510 personas y con el tiempo se ha querido saber qué fue de ellos (qué enfermedades mentales desarrollaron o no). A los años, se contacto con 243 pacientes, de los que 85 ya habían fallecido. Y a esos investigo.

¿A qué conclusión ha llegado?

Es una confirmación general que los pacientes con trastornos psicóticos mueren antes que el resto de la población. Su tasa de mortalidad es 3,04 veces mayor. No está claro si es por causas naturales (por los efectos secundarios de la medicación, estilos de vida poco saludables, consumo de tóxicos…) o por otros motivos. En la muestra se vio que de los 85, 55 fallecieron por causas naturales y 24 por no naturales (de ellos, 17 por suicidio y el resto, por accidente). Ahora estoy investigando qué características tenían en común todos ellos (nivel de estudios, tipo de familia, exclusión social o no…) que los diferencien del resto de los muertos y de los vivos de la muestra. De ese modo, si averiguo qué tenían en común, se podrán prevenir futuras muertes por suicidio en enfermos mentales.

Insiste en que, además de fallecer antes, estas personas tienen más riesgo de suicidio. ¿Por qué?

Por la propia enfermedad y lo que la rodea. Es importante trabajar con las familias para que estén alerta. Hablamos con los pacientes ingresados y sus familiares. Y lo hacemos los psiquiatras y trabajadores sociales para ver qué necesidades pueden tener. La gente que llega aquí lo hace ya muy rota. Aunque hay enfermedades crónicas que se controlan y con las que se puede llevar una vida normal.

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